Diario de un píxel
El blog personal de @pixelillo

Boston y el morbo

Ayer era festivo en Boston. Se celebraba el día de los patriotas. Coincidiendo con esta festividad, se celebra el maratón de Boston, una de las más importantes del mundo. Miles de participantes con el objetivo de llegar los primeros a la meta. De repente, una explosión apagó el espíritu deportivo de la ciudad, llevándose consigo la vida de varias personas e hiriendo de gravedad a bastantes. Como siempre, sentí vergüenza, rabia e ira por lo sucedido. Es algo que aun me impresiona pese a haber crecido con ese tipo de noticias muy cerca de casa. Pero hoy no voy a hablar de lo que sentí ante esa aberración. Hoy voy a hablar de lo que pasó después.

Y después pasó lo de siempre en estos casos. El morbo hizo acto de presencia, y en esta situación, la cosa fue más fácil. Y digo que fue más fácil ya que había cientos, miles de cámaras cerca del lugar del suceso. Las Redes Sociales y, por consiguiente, la prensa se llenaron de fotos y videos de sufrimiento, sangre y mucho, mucho dolor. A medida que pasaban los minutos iban saliendo imágenes cada vez más fuertes. Imágenes que eran tendencia en todos los timeline del planeta, no sólo en el mío. Un defecto del ser humano. Somos morbosos de nacimiento. Lo eres tú y lo soy yo, y no hace falta que ahora intentes demostrar lo contrario, porque no te creeré. Hasta yo mismo me sentí tentado a ver esas imágenes, pero dije No. Y dije no como horas antes dije no a picar algo antes de la cena. Sabía que no era lo mejor, así que me contuve e hice lo correcto. Pasaron cerca de dos horas hasta que vi la sangre y la casquería para hablar de ella en este artículo. Sin embargo sabía que existía porque como os he dicho, era tendencia en mi Twitter.

Hice un pequeño experimento. Minutos después de la explosión lancé este tuit:

No os preocupéis, en el link no encontraréis más que una foto de casquería sí, pero animal. Vamos, lo típico que compra tu madre en la carnicería. Quise medir el grado de morbosidad que existía en mi TL. Como quien se pone a pescar, lancé el sedal y esperé un rato hasta recogerlo. Mientras, me puse a ver cómo actuaba la prensa.

No haré distinciones sobre la prensa española o la americana, ni opinaré sobre la difusión que ofreció TVE.  Hubo un momento en el que lo importante, y no sé por qué, era decir la cifra de muertos. Twitter se llenó de recuentos no oficiales. Unos decían 2, otros 23 porque es lo que iba diciendo la cadena X y Z, otros añadían uno más… era terrible. Cada medio se lanzaba a soltar una cifra. Cifra ésta que aun estaba lejos de confirmarse. Veréis, no sé mucho sobre periodismo, pero creo que lo mejor siempre es confirmar la noticia. Ayer la noticia era la explosión, y hasta que las autoridades no confirmaron la cifra provisional, todo lo demás no era noticia. O si lo era, pero por morbo. Un morbo sangriento que consigue atraer la atención de la sociedad.

La sangre vende, y cuanta más de ésta haya, más  atención se conseguirá, y por lo tanto, más audiencia y más dinero. Los periodistas de mi TL no paraban de dar cifras, ninguna de ellas oficial salvo algunas contadas excepciones. No quise entrar muy al trapo, pero sí que fui muy crítico con ese recuento que se estaba dando. Opinaba (y sigo opinando) que todas aquellas confabulaciones sobre el número de muertos sobraban. Hubo personas que me rebatieron de forma muy correcta, sugiriéndome que al fin y al cabo, muchos tuits pretendían informar. Sin embargo,  me mantenía en mi forma de ver las cosas. Para mí todos aquellos medios lanzando número de muertos no hacían más que avivar el morbo.

¿Te imaginas que en ese momento un medio coloca en su web un contador de muertos? Algo así como las cuentas atrás que se colocan cuando se acercan los Juegos Olímpicos o el mundial o la final de la Champions. ¿Qué os parecería de mal gusto? pues los tuits de ayer de la prensa hicieron lo mismo, sólo que centralizados en una red social con una capacidad tremenda de viralizar. Ahí, amigos y amigas míos/as está la línea fina que separa la información del mal gusto.

Antes de recoger el sedal de mi cebo lancé algún otro tuit con el mismo enlace, para avivarlo más. Aproveché y me di una vuelta por los principales medios de comunicación. Todos hablaban del trágico suceso, y por desgracia una gran mayoría acompañaban sus artículos con imágenes cargadas de sangre.  ¿Era necesario eso? ¿Necesitábamos colocar a un pobre hombre con una pierna amputada en las principales cabeceras digitales del mundo? Repito que no sé nada, absolutamente nada sobre la ética periodística ni sobre el periodismo en general, pero mi intuición me dice que el verdadero periodismo tiene como objetivo informar sobre lo sucedido. Aquí no me sirve lo de las mil palabras y la imagen de marras. La tragedia de Boston es fácilmente explicable sin necesidad de colocar casquería humana en portada. El mismo respeto que intentamos demostrar durante años con las barbaridades que hizo ETA nos debería haber enseñado algo. Y no me gustaría criticar al periodista, puesto que él es un mandado y como ocurre en mi trabajo, donde hay patrón no manda marinero. Sé que muchos escribieron la crónica pensando lo mismo que yo, y sé que sus superiores dieron la orden de colocar ahí las fotos. Un periodista informa, es un peón en un ajedrez donde su trabajo es noble, pero nada reconocible.  Puede que ellos quieran cambiar el mundo, pero unos pisos arriban, o en otros despachos piensan en ganar más dinero.

Ayer fueron muchas las personas que obraron y obramos mal. Yo mismo no ayudé a calmar los ánimos usando ese “tuit cebo”. Un minuto después de la explosión la noticia era la explosión. Minutos después la noticia era la misma, una o varias bombas explotando en el maratón de Boston. A la hora, la noticia era ampliable a “Varias bombas en el maratón de Boston. Se confirma que hay heridos de importancia”. Hasta que no salió un miembro de las autoridades de Boston, toda información acerca de fallecidos carecía de sentido. Era pura desinformación. Lo mismo si hubiesen sido uno, dos o cuatrocientos los muertos. Aún si la fuente fuese un periodista que vio morir en sus brazos a una persona. Si algo me ha enseñado la vida es que no me crea nada que no hayan visto mis ojos, y si me lo cuentan, tendré que verlo para confirmarlo. El juego del quién lo publica primero estuvo otra vez en boca de todas las redacciones. Sólo me gustaría decir una cosa, y es que cuando hay muchos sufrimiento, heridos o peor, incluso muertos de por medio, las noticias pasan a ser algo mucho más serio y difícil de tratar.

Al recoger mi cebo, me encontré con  que al menos 228 personas habían hecho click en él. La verdad, me esperaba algo peor. Sin embargo me da que pensar que tantas personas quieran ver sangre y sufrimiento. ¿Lo peor de todo? que más de uno de los que pulsaron en el enlace seguro que después dieron clases de civismo. Aun no sé exactamente cuántos heridos hubo, ni muertos. Para mí esas cifras no tienen sitio en la noticia, porque de hecho, no son la noticia. La noticia es el dolor de una ciudad que fue atacada por uno o varios indeseables. Pero mientras haya morbo, habrá muertos, sangre, extremidades mutiladas y mucho dolor.

Y yo seguiré lanzando mi cebo para saber cómo evolucionamos.

3 comentarios

  1. En la naturaleza humana es inevitable sentir curiosidad antes ciertas cosas y/o eventos. No soy de los que me guste cebarme con noticias como estas, si dar mi punto de vista y compartir mis deseos con aquellos que les llega de lleno tan terrible suceso. Espero que den pronto con los responsables del acto, y que sea tan sólo algo aislado, y la gente no se aproveche de ese morbo para generar más de que hablar.

    Muy buena tu opinión y forma de observar el entorno.

  2. No es tan simple como separar información de morbo, puesto que lo segundo está en los ojos del que mira. Es cierto que es muy desagradable y nos planteamos hasta qué punto es necesario mostrar una carnicería cuando ocurre algo así, pero hay mucho peros.
    Para mí el primero es que sólo nos da el venazo censurador cuando esto ocurre en América del Norte y en Europa. La foto de las piernas que tanto se ha comentado aquí es motivo de escándalo y si ocurre en la franja de Gaza puede que se convierta en un premio Pulitzer. Tan mal me parece el videoaficionado que no deja de grabar durante los instantes posteriores a la explosión como el fotógrafo que deja que un buitre se coma a un niño moribundo en el centro de África: me jode la falta de humanidad pero el resultado es lo que decía anteriormente. El grado de indignación no es semejante pues el grado de empatía no es el mismo por una cuestión de proximidad situacional.
    Por otro lado, aún recuerdo a una texana que conocí en un curso de verano, que no sé cómo, de qué estábamos hablando, me comentó que le «gustaba» que en Europa se mostraba lo que ocurría realmente, que efectivamente era fuerte, pero que qué sentido tenía ocultar lo que ocurría. En EEUU se decidió no emitir las imágenes de los cuerpos que caían/se lanzaban de las Torres Gemelas porque podía afectar a los conciudadanos. ¿Es necesario proteger tanto a la gente? ¿No somos capaces de discernir lo que queremos y no queremos ver?
    Por último, pensemos cómo nos afecta un hecho de este tipo en función del tono que se le dé. O de las posibilidades de información que tenga. Estoy pensando en los atentados de Londres. Apenas se vieron imágenes porque fueron en el metro y lo que recordamos son salidas de metro humeantes y un autobús destrozado en Russell Square, Probablemente los británicos lo recordarán como un mazazo pero ¿tú lo recuerdas con la misma intensidad que aquellos sucesos en los que tuviste detalles más gráficos?
    Evidentemente el contenido más explícito es el que genera más ventas y al final todo se reduce a oferta-demanda, pero no deja de ser información que tú eliges consumir o no. La forma en que lo hagas es el problema en sí.

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