El 4 de agosto subía a un avión rumbo a mis primeras vacaciones en solitario. Después de un año para olvidar, decidí que era momento de hacerme una especie de retiro espiritual. Dentro de mí crecía una necesidad de alejarme de todo, de desconectar para reconectar de nuevo con quien realmente soy. El 16 de agosto acabó esta experiencia, y lo cierto es que ha sido francamente interesante.
Mi primera etapa fue la playa. Una semana de descanso con largos paseos, helados y gofres y alguna que otra fotografía. Empecé a disfrutar de la soledad y de quién soy. Durante esos días no me sentí solo, ni siquiera tuve a los fantasmas que en ocasiones me alteran. No hice nada del otro mundo, pero cuando acabó la primera etapa del viaje me sentí feliz.
Después tocó una parada por Valencia. Aunque ya la había visitado en varias ocasiones, no ha sido hasta ahora cuando me he quedado sorprendido por esa ciudad. Un día hablaré con calma sobre ello, pero quería dejar constancia de ello. En Valencia siguieron las buenas vibraciones, que crecieron gracias al reencuentro con mi apreciado Joan y Pi. Amistades que apenas ves una vez al año, pero que siempre están encantadas de abrirte sus brazos y mostrarte todo su aprecio. Me regalaron algún recuerdo imborrable. Gracias por todo.
El viaje acabó en Madrid. Un par de días en los que repetí visitas a museos, hice alguna compra y acabé en Chamberí 5, algo más que una barbería. Daniel es el cerebro detrás de ese proyecto, pero también es una persona a la que puedo llamar amigo. Junto a él estaba el gran Antonio, otra persona que siempre muestra su amor hacia mi persona. Una lástima no haber coincidido con Sergio, otro maestro de la navaja que estaba disfrutando de su descanso.
Doce días después me bajaba del tren que me traía de vuelta. Me fui con miedo a la soledad, a sentirme triste y perdido. Sin embargo, volví sonriente y con la sensación de no haber podido disfrutar más de esta experiencia. Me ha servido para sentir cierto empoderamiento. Entender que las cosas también se pueden disfrutar sin la compañía de una persona. Ojalá pueda repetir más experiencias como ésta.
No han pasado ni dos días y ya echo de menos las vacaciones.