Madrid, intercambiador de la Avenida de América. Eran las cinco menos veinte o así cuando llegué a la dársena desde la que salía mi autobús. Al ser un lunes a media tarde apenas había gente. El bus no había llegado cuando me fijé en un par de chicos. Iban preguntando a todas las personas que había por allí y ninguno parecía poder ayudarlos.
Me pillaron con la boca llena cuando uno de ellos se me acercó y me preguntó algo en inglés. Me preguntaron por su autobús y les dije que salía desde esta misma dársena. Más tarde, al ver que iban a dejar las maletas en el lado equivocado les avisé que estaban colocándolas donde no debían. Casualidades de la vida, aquellos dos chicos tenían las dos plazas que estaban delante de la mía.
Me hicieron un par de preguntas y les respondí con mi inglés regulero. Hasta les indiqué que, si querían, podían hacer uso del Wifi gratuito del autobús. Les eché una mano pero no pudieron conectarse desde su iPhone. Me comentaron que querían hablar con un amigo que los esperaba en San Sebastián. No sé por qué, pero me instalé Viber y les dejé mi móvil auxiliar.
Ese gesto les llegó al alma. Me dijeron que se llamaban Boris y Roman y que eran hermanos. Ninguno superaba los 27 años. Me preguntaron mil y un cosas sobre cómo era la vida en mi país, cuál era el salario medio de la gente, los precios de los alquileres, si la vida era cara en San Sebastián. Me explicaron que habían cogido un avión desde su Ucrania natal (me comentaron que venían de la zona oeste) con el objetivo de buscarse la vida en España.
Finalmente, antes de despedirme de ellos, les hice de interprete con el chofer del autobús. Los dos hermanos querían viajar hasta Irun, pero su billete sólo les llevaba hasta San Sebastián. Les expliqué que era imposible hacer nada en ese autobús ya que éste acababa su recorrido en la capital guipuzcoana. Me lo agradecieron, nos dimos un abrazo como despedida y nos intercambiamos los contactos.
Últimamente me siento más sociable. No sé por qué, pero intento tener más interacción con la gente. Incluso intento ayudar. Es como si estuviese intentando camelar al karma para que me pasasen cosas buenas. Ya sé que esto es una tontería, que no es más que un pensamiento estúpido, pero me gusta ser así. Ayudar me hace sentir mejor, aunque sean simples gestos como el que tuve con este par de chicos. Me gustaría pensar que aquella primera impresión que se llevaron los dos hermanos de mi país fue algo mejor gracias a gente como yo. Es lo que me gustaría que pasase si tuviese que vivir una experiencia como la suya.
No sé, es una historia un tanto tonta y sin miga, pero me apetecía compartirla. Y así aprovechaba y desempolvaba este blog. Además, en los próximos meses me tocará escribir bastante, y nunca está de más practicar.