Ayer reflexioné un rato sobre la felicidad. Siendo ya un treintañero, creo que he empezado a entender algunas cosas de la vida. Una de ellas es apreciar la felicidad en las pequeñas cosas. Antes buscaba la felicidad en grandes gestas. A veces era un amor, otras era intentar sacar adelante un gran proyecto. El tiempo me ha hecho ver que lo bonito de esta vida se encuentra en los pequeños detalles. También en los grandes, pero los primeros a veces pasan desapercibidos.
Una de las cosas más bellas que me ha pasado en 2016 es aprender a tocar un par de canciones con el bajo. Puede que te parezca una chorrada, pero para mí ha sido una mina de sonrisas. Si hoy me plantas un bajo, sólo necesitaría un guitarrista y un batería para tocar Roxanne de The Police, o Lonely Boy de The Black Keys. Me las sé de memoria, y cada vez que las toco, sonrío y siento un pequeño chute de felicidad.
También he aprendido a ser feliz cuando obtengo una fotografía, o echando un cable a la gente. Hasta me siento feliz sabiendo que he sacado unas cuantas sonrisas con apenas mandar una felicitación a sus dueños/as. Pequeños detalles, pero que uno tras otro crean una cadena de buenas vibraciones. Puede que 2016 no haya sido mi mejor año, pero lo acabo feliz. Gracias a pequeños detalles, a simples momentos o pinceladas de felicidad, pero juntas han hecho de mi vida algo agradable. Ya ves, sólo he necesitado 30 años para entender esa faceta de la vida.
PD: Me da pena haberme pasado casi un mes sin escribir algo por aquí. Francamente, he tenido muchas ideas, pero diciembre no ha sido mi mejor mes en cuanto a actividad se refiere. He librado una batalla enorme contra la pereza, y creo que la he ganado. Crucemos los dedos para que así sea.
PD 2: Me encanta cuando escribo artículos que podrían estar perfectamente en mi diario privado. Me gusta compartir mi vida con la gente, de la misma forma que me gusta que compartan la suya conmigo.
PD 3: Me ENCANTA tratarte de tú a tú, amigo lector, o lectora.