Pese a que yo esté de vacaciones, este blog no para. He pedido que varios amigos escriban cada día un post en él. Hoy es el turno de @mmetafetan, que nos trae un post sobre Twitter. ¡Disfruatdlo!
Muchas veces tengo la sensación de que, por más películas y series que veamos sobre institutos americanos, nunca encontraré parecido alguno con lo que ocurre aquí en España. Y no es ni por esos profesores tan enrollados que siempre aparecen, que parece que se han tragado a Paulo Freire, ni por las ranas que siempre les toca diseccionar ni por esos equipos deportivos que suplen neuronas por anabolizantes. No. Realmente mi problema de referencias son los alumnos, los grupúsculos que crean y que se enfrentan constantemente entre ellos como si no hubiera mañana.
Sin embargo, quién me iba a decir a mí que a mis 31 años iba a revivir lo que es la típica high school americana en una red social: Twitter. Tenemos niñas monas, chulazos, empollones, una gran masa invisible, loosers… Las más guapas se dedican a ejecer de tontas profesionales, los chulazos persiguen ser los inseminadores de este extraño submundo, los más listos dejan entrever sus nulas dotes sociales, muchos prefieren pasar desapercibidos y no meterse en estos berenjenales…
Lo más curioso de esto (pues al fin y al cabo, estos comportamientos exagerados no dejan de tener relación con los roles que todos nosotros desarrollamos dentro de la sociedad) es el supuesto exclusivismo del grupo de los guays. ¿Alguien recuerda a las animadoras de los institutos, tan divinas, tan aparentes, que no dejaban entrar a cualquiera en su exquisito club? Sus frases en clave, sus fiestas, esos eventos secretos… Pues día sí y otro también vivimos estos comportamientos absurdos en nuestros timelines, absurdos porque con 15 años, buscas tu aceptación social, pero cuando doblas esta edad, ¿qué demonios estás haciendo con tu vida? A nadie nos importa, todos sabemos lo que ocurre aunque sea secreto, y lo que es peor, nos resulta ridículo. E irrisorio.
Así que te da por pensar que o somos muy críos o no hemos cambiado tanto desde que hicimos el bachillerato. Será cosa del síndrome de Peter Pan.