Ella y él: El adiós (última parte)

(Ésta es la tercera y última parte de la historia sobre los mejores días de mi vida. Tal día como hoy hace dos años se cerraba dicha historia. Podéis leer la primera parte aquí y la segunda aquí.)

El domingo empezaba pronto para la parejita. Por desgracia, también empezaba triste y con el cielo gris. Apenas faltaba un puñado de horas para que llegase la separación de ambos. Él comenzó a hacer con una cara larga su maleta mientras ella se vestía. Pese a ello, aún les quedaba medio día en el que disfrutar de su amor.

Y así fue. Tras dejar las maletas en consigna, la joven le llevó a visitar la zona del Montjuic, uno que después se convertiría en uno de los rincones más queridos por él de la ciudad condal. Él, pese a ser joven, admiraba los juegos olímpicos del 92, y contemplar el estadio frente a él fue algo mágico. Pasearon como sólo saben hacer las parejas que se quieren, abrazados y a un paso lento, como si el mundo fuese a un ritmo distinto al suyo. A la pareja se le hizo tarde, y casi pierden el autobús que debía llevar al joven de vuelta a casa. Bajaron corriendo pues creían que el autobús salía a las 3 y no era así, salía media hora más tarde. El suspiro de ambos fue tremendo, y ayudó a que ambos tuviesen unos minutos más.

Los que conozcáis la estación de Sants sabréis que pegando a la consigna se encuentra una tienda del F.C. Barcelona. Pues allí fue donde mi amigo se compró su única camiseta del Barça hasta la fecha. De hecho sé de buena tinta que en estos momentos el chaval la lleva para recordar ese bonito momento. La hora de partir estaba cerca, por eso se acercaron al apeadero de autobuses de Sants. Para él, este sitio siempre ha sido triste. Si, es el punto de comienzo de sus estancias, pero también lo es de los despidos, y aquel primero fue sin duda alguna el más duro de todos.

Llegó la hora del adiós. Ambos se miraron y se abrazaron, y ella le pidió que no se fuese jamás. Si, son las típicas cosas cursis que todos criticamos, pero admitámoslo: nos encantan. Se besaron por última vez y él se subió al autobús con un nudo en el estomago. Ella se quedó en la dársena mirando como el autobús se iba perdiendo por las calles, y él vio como su amor se quedaba poco a poco lejos. Había terminado un fin de semana que sin duda alguna fueron los mejores días de mi amigo.

Llegó Julio, y bueno, hubo unas cosas que hicieron que ella cogiese otro rumbo. Él siguió luchando por ella, y así ha sido hasta hace no mucho. Ahora las cosas han cambiado, por suerte o por desgracia. Ambos se aprecian y se quieren, pero de otra forma. ¿Sabéis? envidio a mi amigo, él supo lo que es el paraíso sin perder la vida. Al menos durante 3 días…

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Bueno, ahora ya dejo atrás la tercera persona. Ese es mi relato sobre los que posiblemente serán hasta la fecha los mejores días de mi vida. Sin duda alguna, esos días han marcado mi presente. Me ayudaron a ver las cosas con otros ojos, a sentirme adulto y sobre todo a ser feliz. Mi vida no es que haya sido difícil, no negaré que casi siempre he tenido lo que he querido, pero en el terreno sentimental soy un autentico cero a la izquierda. Es lo que tenemos los patitos feos, que cuando tenemos la suerte de ser amados viajamos hasta el paraíso.

Francamente no sé por qué exactamente he escrito esta historia en mi blog. Bueno, posiblemente porque me siento solo en ese aspecto de la vida. Llevaba mucho tiempo en el que mi mente no se encontraba en una encrucijada así, en la que no sabes si seguir por un camino o por otro, o sencillamente decir adiós a todo y empezar desde cero. El problema es que no veo luz alguna en el final del pasillo. Pero bueno, lo importante es no tirar nunca la toalla y seguir luchando noche y día para ser feliz.

Ahora os dejo que opinéis, que preguntéis, que digáis lo que deseéis sobre esta historia. Para mí ha sido un verdadero placer contárosla, necesitaba hacerlo y os ha tocado a vosotros…