Diario de un píxel
El blog personal de @pixelillo

Aprendiendo de los errores

La Superbowl, la gran final del fútbol americano, se celebra el primer domingo de febrero. Por desgracia no olvidaré la de este año. Estaba viendo la primera parte del partido cuando me salió un match en Tinder. Para los que no controláis esa app, os diré que un match es cuando dos personas han elegido conocerse y por consiguiente se abre un canal para que puedan hablar.

No es algo normal que reciba un match. No es que sea el hombre más guapo ni el cuerpo más bonito, así que me llamó la atención. Era una chica algo más joven que yo (no mucho), de una localidad cercana y que además de guapa parecía muy interesante. Desde esa noche empezamos a mantener conversación, algo que fue creciendo a lo largo de los siguientes días. Yo venía de una etapa algo complicada en la que sentía una falta considerable de cariño. Me sentía solo y necesitaba que alguien me dijese algo bonito, que me quisiese al fin y al cabo.

No os exagero si os digo que en apenas una semana me sentía enamorado de aquella chica. Coincidíamos en muchas aficiones, teniamos gustos parecidos, era atractiva,… en definitiva, parecía demasiado perfecto para mí. Os habla alguien que lleva fracasando en el amor desde hace dos décadas.

Un mes después de haber abierto el match estaba muy enganchado a aquella chica. Pero había un problema. Pese a que ella me contaba cosas de su vida, que me daba datos aleatorios de su trabajo, su familia, su día a día,… había un halo muy grande de privacidad. No conocía ni su apellido, ni su teléfono ni ninguna red social. Al principio lo entendía porque hay que saber gestionar esas cosas. Al fin y al cabo no sabes quién está detrás de cada perfil.

¿Qué problema había? Que no entendía este recelo tras 4 semanas hablando a diario, diciéndonos cumplidos, jurándonos amor y cosas por el estilo. No lo entendía porque todo venía de Tidner, un sitio en el que buscas conocer a gente, y que si 4 semanas después sigues allí, en la misma app… algo no cuadra.

Empecé a pasarlo realmente mal. Se me generó una sensación de estar siendo engañado, pero a la vez también sentía miedo por perder aquello. Como os he dicho, soy el fracaso sentimental hecho hombre. Apenas he vivido unos meses en relación con otra persona. Perder de la noche a la mañana a la única mujer que me había dicho te quiero en los últimos años me daba pavor.

Quienes me conocéis sabéis que soy una persona educada, que me gusta dar explicaciones y siempre intento hacer las cosas de la mejor forma, respetando a todo el mundo. Le escribí para pedirle explicaciones pero estas nunca llegaron. Pasaron los días y mi malestar se convirtió en un estado casi depresivo, generándome una ansiedad increíble.

Diez días después de pasarlo realmente mal, llorando y sin ganas de hacer nada, tuve una conversación con esa mujer. Le dije que era tedioso tener que luchar contra ese muro después de 6 semanas. Parece que no le sentó bien, porque desapareció.

Esa chica deshizo el match y creo que hasta su perfil en Tinder, porque días más tarde me volvió a aparecer. Por suerte, aquella acción me generó un rayo de esperanza. Sentí como el problema se evaporaba, y es la mejor forma de verlo, porque creo que fue eso, humo. Llené mis vacíos con un humo que no hacía nada. Y lo peor, creo que llené mi vacío con un catfish.

No estoy seguro de esto, pero todo apunta a que fui engañado. Es posible que alguien me hubiese engañado durante semanas. De ahí los recelos, la salida tan precipitada. ¿El motivo? Ni lo sé ni me importa, la verdad. Lo hecho, hecho está y no merece la pena darle más vueltas. Lo que sí he aprendido es a entender que cualquier persona, sea más o menos experta o culta puede caer en una trampa. Soy de esa clase de personas que creen que nunca serán timadas porque tienen dos dedos de frente. Pues ya ves, parece que para todo hay una primera vez. Es cierto que no he perdido nada mas que el tiempo, pero no negaré que esos días de ansiedad me pasaron factura.

Cuento esto porque en parte quiero y porque creo que es útil para comprender que cualquiera puede sufrir una amenaza de la red. Llevo media vida en internet, trabajo en este medio y pese a ello caí como un tonto. No me avergüenzo y prefiero contarlo para que lo tengáis en cuenta cuando naveguéis por internet. Protegeos y pensad que cualquiera puede caer una trampa. Yo he aprendido la lección.