Diario de un píxel
El blog personal de @pixelillo

No somos nada

Esta noche, me he llevado una grata sorpresa. La discográfica de La Polla Records ha compartido un vídeo inédito de la grabación de su mejor disco en directo. Con el paso del tiempo, me he hecho fan de buena parte de los grupos del rock radikal vasco. A la vejez, viruela, que dirían aquellos. Me lo he pasado como un enano rememorando viejos tiempos. También he disfrutado de las letras del bueno de Evaristo Páramos. Letras en las que la banda no se cortó ni un sólo pelo, directas, con mensajes demoledores. Y nada más acabar el vídeo, además de quedarme con ganas de más, he llegado a una conclusión: hoy en día, La Polla serían carne de mil y un denuncias.

Esto se junta con una sensación que lleva mucho tiempo dándome vueltas por la cabeza. Una sensación que prácticamente confirmé tras mi paso por el programa Sin Ir Más Lejos de ETB-2. Siento que nos estamos convirtiendo en los puritanos que quisimos dejar de ser hace un puñado de años. Una sensación de habernos convertido en pieles sensibles, siempre con ganas de criticar y poner el grito en el cielo ante la mínima ofensa. Incluso diría que nos ofendemos por auténticas banalidades. Denunciamos cualquier detalle sin usar ese pensamiento crítico que nos dio la vida.

Tuiteros y tuiteras, músicos, titiriteros y un largo etcétera de personas han pisado la Audiencia Nacional en los últimos meses por mensajes o acciones denunciadas que, poco después, han visto como eran deshechas por la justicia. En pleno siglo XXI, en nuestro país se está reabriendo un debate que parece del pasado como es la libertad de expresión. Un debate complejo, sin ningún tipo de acotación. Los límites del humor, de la ofensa, de lo correcto y del bueno o mal gusto son finas y volátiles en uno mismo, así que imagínate para ponernos de acuerdo más de 46 millones de ciudadanos.

Podría estar horas dejándome los dedos en este teclado escribiendo reflexiones sobre este tema, pero probablemente no llegaría a ninguna parte. De lo que sí me gustaría hablar es de esa sensación de falta de libertad y pensamiento o razonamiento crítico. De querer vetarlo todo, cerrar lo que no nos guste, censurar o cerrar las puertas a quienes digan cosas que no nos gustan. Quizás debamos aprender a gestionar nuestra comprensión, o quizás sea el momento de tirar la toalla, seguir escuchando a La Polla y mirar con nostalgia aquellos tiempos en los que Evaristo cantaba aquello de la “cámara de gas para nuestros políticos” sin que se le hiciese un linchamiento general, sin necesidad de aplicarle la justicia por enaltecimiento del terrorismo o de la violencia.

Sinceramente, me he cansado de la gente que se ofende por todo y nada. Gente que se escuda y juega con las palabras, que busca la literalidad por encima de todo. Que se mantiene fija en su visión de las cosas y no entiende que existen diferentes formas de ver las cosas. Que no somos nada, amigos/as.