Diario de un píxel
El blog personal de @pixelillo
Madrid

Madrid, Barcelona

Confieso que escribo este post en una pequeña vorágine mental. No estoy mal, pero tampoco me siento cómodo. Llámalo apatía, soledad o el puto invierno que acaba de llegar. El caso es que me he puesto a mirar fotos de mis viajes a Madrid y bueno, he sentido nostalgia. Echo de menos la capital del reino. Lo curioso es que también me he topado con alguna foto de Barcelona, y aunque no he sentido lo mismo que por Madrid, es cierto que me han dado ganas de hablar sobre mi relación con ellas.

Desde siempre he hablado bien de Barcelona. Era una ciudad que admiraba desde que era un mocoso. Supongo que la culpa de ello la tendrán los Juegos Olímpicos del 92. Sin embargo, no fue hasta 2007 cuando la visité por primera vez. Una visita exprés que me supo a poco y que por suerte, repetiría con más calma en varias ocasiones.

Suena bonito, pero es así: me enamoré a la vez de una mujer y de una ciudad. Barcelona conquistó el poco espacio de mi corazón del que no se había apoderado esa mujer. Visitar a esa chica supuso reencontrarme con una ciudad maravillosa. Pero, por desgracia, el amor no dura para siempre, y un día el amor entre dos personas se acabó. Nos quedamos solos Barcelona y yo. Volver a la ciudad suponía revivir días mejores, días en los que sabía que había alguien que me quería mucho.

Poco a poco dejé de ir. Mi última visita a Barcelona se dio en el verano de 2012. Curiosamente, alejándome de otro amor. Pasear por aquellas calles, hospedarme en el hotel de siempre me hizo echar de menos aquellos maravillosos momentos que compartimos los 3. Dejé de viajar a Barcelona, de la que me despedí con un “Volveré. Te echaré de menos y hablaré muy bien de ti”.

Cuando disminuyeron los viajes a Barcelona, crecieron los que me llevaban a Madrid. Pese a que puedo crear vínculos sentimentales/amorosos con Madrid, para mí siempre será la ciudad de la amistad. Porque sé que en Madrid tengo un montón de amigos y amigas que siempre me esperan con los brazos abiertos. Ya sea para ir al teatro, para invitarme a un museo, correrme una fiesta o simplemente pasear por la zona del Palacio de Oriente.

En los últimos años, Madrid ha sido una vía de escape, un punto para desconectar de mi rutina, de mis problemas. Casi siempre fines de semana en los que me volvía destrozado en un ALSA  tras un montón de buenas y bonitas experiencias. Madrid y su gente me ha tratado siempre tan bien que cada vez que no me encuentro bien, cada vez que siento que quiero escaparme a otro planeta, me dan ganas de hacer escala allí.

Creo que cometí un error en ver a Barcelona como si de una pareja se tratase. A veces siento que Barcelona es una ex a la que quiero mucho, pero que volviendo no haré más que reabrir heridas, o darle vueltas al pasado. Por el contrario, Madrid es una buena amiga, ésa a la que ves con otros ojos y no te quieres tirar. Esas persona que te quiere, te escucha y sabe cómo sacarte una sonrisa. Madrid me mata, pero me mata con mucha alegría.

Debo volver a Barcelona. Hay mucha gente con la que me quiero reencontrar. Y hay mucha gente a la que quiero conocer en persona. De la misma forma que necesito volver a Madrid. Mi cuerpo me pide todo lo que me gusta de aquella ciudad.

Y eso es to, eso es to, eso es todo, amigos/as.